Dos negociaciones que me salieron mal y sobre las aprendí mucho

Muchos hechos se nos presentan en la vida para enseñarnos y marcarnos. De ellos deberíamos aprender. En los casos que voy narrar quise negociar algo. En ambos fracasé.

El primer caso sucedió en Rosario. Automóvil Club de Bulevar Oroño, donde ingresé con mi automóvil para cargar combustible no respetando las flechas y carteles indicativos. Lo hice al revés de cómo debía.

Se acercó quien atendía la playa y me indicó que tenía que ubicar el automóvil en forma contraria, ya que esa era la forma. Haciendo caso omiso a sus indicaciones, y en lugar de pedirle que cargara igual, en esa situación, negociando, traté de imponer un poder y autoridad que no tenía. Le dije: “el coche ya esta así, entonces cargue en la posición en que está”.
Lógicamente, el hombre me dijo que no podía hacerlo y que debía mover mi vehiculo. Con gran soberbia le pregunté: “¿sabe usted con quién esta hablando?”. Su respuesta fue inesperada, ya que dijo: “sí señor, con un socio del ACA que si no gira el vehiculo no carga nafta”.

Realmente tenía razón.

En principio me enojé y me retiré pensando en hacer notas de queja a las autoridades del club, pero cuando llegué a la siguiente estación de servicio me cayó la ficha de que ese hombre estaba en lo cierto. Que yo no podía cambiar sus normas de trabajo y menos imponerlas usando un poder que no tenía. Y que, de tenerlo, no debía usarlo en una situación como esa. Creí que él tenia la debilidad (en la negociación) de respetar a un socio aunque no cumpliese las normas… y no era así.

El retorno

Por mi actividad, volví a Rosario muchas veces. Intenté ver a esa persona para disculparme y recibí otra lección. Ante mis preguntas por él, describiéndolo, me informaron que no estaba más en esa dependencia y que como ya era jefe del sector (ese día había cubierto una ausencia), había sido trasladado a cargo de toda una dependencia en el interior de no sabían qué provincia. Es decir: este señor sí tenía autoridad dentro de la dependencia pero no la mencionó dentro de la negativa negociación que yo había iniciado.

El pordiosero

El segundo hecho fue algún tiempo después, hace 35 años. Había perdido una cantidad importante de dinero en el trayecto del estacionamiento y mi lugar de trabajo, en pleno Corrientes y Talcahuano. Cuando llegué a la oficina y comprobé que no estaba el dinero, volví presuroso a recorrer los 150 metros hasta el estacionamiento. Allí y abajo del asiento del vehículo estaba el sobre con el dinero. Bajado el exceso de adrenalina, regresé a mi oficina contento y quise compartir mi suerte y alegría con un hombre que veía todos los días. Un hombre que dormía en la calle, en la puerta de un teatro de la Av. Corrientes al 1200. Me acerqué y le dije “mire, acabo de tener la suerte de encontrar algo que había perdido y quiero darle esto”, y le entregué un billete de no sé qué denominación ni moneda, dados los cambios ocurridos en nuestro país. La cifra era importante para él, y la aceptó, guardándola en el bolsillo de su eterno sobretodo.

Antes de irme y, conociendo su afición al alcohol, le dije: “lo único que le pido es que no lo gaste en vino”.
Y allí… la bofetada.

Su respuesta fue tomar el billete, doblarlo y devolvérmelo, colocándolo suavemente en el bolsillo superior de mi saco de gerente, para luego decirme: “esta forma de vida la elegí yo y usted no debe venir a decirme lo que debo o no debo hacer, Gracias”.

Dio media vuelta y se fue. Esta vez no me enojé, me sentí muy mal. Yo, que me creía triunfante por mi reciente gerencia, mis estudios, etc., me di cuenta de que yo no elegía, sino que las cosas me llevaban, mientras que ese hombre había tenido la fuerza de poder elegir lo que él quería: vivir en la calle, tomar lo que quisiera o pudiera, y realmente, (si era cierto lo que dijo), haber decidido sobre su forma de vida. Yo, que me creía superior a él, por tener mi casa, mi trabajo y mi familia, no tenía la más mínima autoridad para sugerirle nada a alguien que había decidido vivir así, pero había decidido por sí mismo. Y estas fueron dos de las experiencias que más me marcaron para nunca dejar de considerar a quien tenía enfrente.

Hasta la próxima negociación.

 

Eduardo César Iribas
Por Eduardo César Iribas | eiribas@arnet.com.ar
Licenciado en Comercialización y Químico. Experto en Negociación

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