Empresas grandes, ¿problemas grandes?

Dirigir una empresa de tres personas puede ser más estresantes que gerenciar una de 200 con las herramientas adecuadas.

Existe una idea generalizada que consiste en relacionar el crecimiento de la empresa en forma proporcional a los problemas que deben afrontarse en el gerenciamiento de la misma, y esto es por lo menos un error. Para analizar lo anterior es menester primero describir que un proceso de crecimiento es un cambio, y por ende una “crisis”, que de por sí no tiene nada de malo ni de bueno en sí mismo, sino que depende de cómo y por qué se lo implemente. Es decir, si dicho cambio responde a los anhelos y capacidades de quien dirige la organización o se trata simplemente de un “regalo no deseado”. Hay personas que desarrollan úlceras o estrés manejando un pequeño polirrubro unipersonal y otras que viven como un desafío satisfactorio la dirección general de un holding o conjunto de empresas diversas. Esto se explica a partir de comprender que una empresa más grande implica más variables a tener en cuenta, pero no necesariamente más problemas, y esto depende directamente de dos factores: la calidad de la organización y la aptitud gerencial para resolver.

Calidad de la organización
Está claro que los problemas de una empresa no dependen de su tamaño, sino de su organización o desorganización. Si no existen sistemas de control y de proceso adecuados, dirigir una microempresa de tres integrantes será mucho mas estresante y desgastante para una misma persona que dirigir otra de 200 empleados que sí cuente con buenos sistemas de delegación de tareas), de descentralización (de decisiones), de control, de información para la toma de decisiones, y de planeamiento adecuados. Una organización es adecuada cuando se obtiene un equilibrio entre sus recursos, es decir, la capacidad y compromiso de su gente, los bienes necesarios para producir, el dinero en giro y la capacidad gerencial, y además que todo lo anterior en conjunto se adecue a lo que exige el mercado en el que se actúa, independientemente del tamaño del emprendimiento. Como prueba de lo anterior es necesario reflexionar sobre las grandes empresas, que de no ser así no existirían. Lo que ocurre es que se toma conciencia de la importancia de la calidad organizativa a medida que se crece, llegando a no concebir la desorganización desde que la empresa se califica como mediana, ya que es un factor determinante para la sobrevivencia de la misma. Nadie concebiría la posibilidad de que exista una empresa de cierta envergadura que no cuente con cierto nivel de organización, es decir, de delegación, de descentralización, de control, de información y de planeamiento. En definitiva la empresa desorganizada o “boliche” donde pesan más los caprichos de quien la dirige que las razones o conveniencias, tiene un techo de crecimiento y un rango de problemas a resolver mucho más difíciles que otra que “piensa” sus actividades y sistemas de información y control, y actúa según lo conveniente teniendo en cuenta las demandas del mercado. Aptitud gerencial Es sabido que todos los seres humanos somos maravillosamente distintos, y que por ende ante una misma situación podemos reaccionar de distinta manera dependiendo de nuestra herencia genética y de la educación y experiencias previas de cada uno. Incluso se puede afirmar sin lugar a dudas que una misma situación afecta de manera distinta a cada persona según sus características individuales. De ahí lo que en Administración es llamado la “capacidad o recurso gerencial”, que depende de cuanto puede resolver un director o gerente teniendo en cuenta lo que lo afecta esa decisión. Existe un trabajo de Herbert Simon con el cual obtuvo un Nóbel de economía que se denomina “Teoría de la decisión”, y en la cual postula entre otras cosas el “principio de racionalidad limitada” que se puede sintetizar de la siguiente manera: ante una misma situación o problema existen infinitos caminos o posibilidades de solución, y cada uno de nosotros manejará algunos, dependiendo esto de nuestro propio limite de racionalidad, siendo así que para ese mismo problema una persona manejará ninguna o una sola solución, otra más preparada intelectualmente seis o siete y otra con una preparación y personalidad más desarrolladas quizás maneje veinte alternativas de solución. De todas maneras, nadie manejará ni por muy cerca las infinitas soluciones posibles, lo que demuestra que todos en mayor o menor medida tenemos una racionalidad muy limitada. Teniendo en cuenta algunos principios de filosofía griega, se podría afirmar que la aptitud de cada director o gerente para resolver estará directamente ligada a su propia racionalidad limitada y dependerá de sus propios instintos, de su prudencia, de sus valores, de su propia justicia interior y ante todo de su sabiduría. Para concluir, se puede decir que el camino de crecimiento de una organización siempre es una buena noticia, sólo que implica el desafío de hacer crecer también, y al menos en la misma medida, la calidad organizacional y la capacidad gerencial.

 

Néstor Setzes
Por Néstor Setzes | setzes@ub.edu.ar
Profesor y Técnico Universitario en Administración Pyme
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