Luis Landriscina

En una entrevista imperdible, Don Luis nos muestra un costado no tan conocido: el de su amor por los autos. -¿Cuál fue el primer auto que manejó? -Fue el auto de la parroquia, en Villa Angela: un Ford A, de esos con capota. Para mí que tenía nada más que bicicleta era como sentirme el rey de la ciudad.

-¿Y el primero que se compró?
El primero que me compré fue un Fiat 600, en la ciudad de Santa Fe, en la concesionaria Grossi. Como mi mujer estaba esperando a mi segundo hijo yo quise que lo viera ella antes que nadie. Y me fui de Santa Fe junto a dos amigos hasta Villa Angela. Yo llegué a Santa Fe el 5 de junio y el 6 volví. Y el 6 del 6 del 66 en el kilómetro 600… había niebla… y en una contracurva de una localidad que se llama Silva, me lo puse de sombrero. Yo iba con dos estudiantes de abogacía que viajaban para Santa Fe. Uno de ellos salió por el parabrisas y se cortó con una parte del termo, que era de metal. A ese lo llamamos el sobresaliente porque le pusieron 10 puntos. Cuando me entregaron el auto arreglado hicimos una fiesta entre los estudiantes chaqueños de Santa Fe y el elenco de un programa que hacía yo en esa ciudad. Al terminar la fiesta le pedí a uno de los bailarines del programa que lleve el Fiat 600 porque yo me volvía con el gerente de la concesionaria. A las 3 de la mañana… se hizo mierda contra un colectivo. Lo arreglamos y ahí pensamos en cambiarlo -Mejor pasemos al segundo auto que se compró. -Fue una familiar Fiat 1500 que para mí era tocar el cielo con las manos. Más porque yo ya tenía dos hijos. -¿Y cuándo se le dio por correr? -Yo tengo devoción por los autos desde que el Turismo de Carretera pasaba por Chaco. En esa época, en el pueblo teníamos tres corredores. Por eso me gusta el rally que es lo más parecido al Turismo de Carretera de esa época porque en la ruta debían sortear dificultades y había que inventar para resolver los problemas. -¿En qué año se subió a correr? -En 1974, en la Vuelta de la Manzana, Río Negro. Después corrí en la Vuelta de Laboulaye, la vuelta del Algodón en Chaco que si me hubiera anotado como local hubiera ganado pero en la general salí octavo. Después empezamos con mi hijo en el Mundial de Rally en 1984. Mi sueño era largar desde la rampa y el Automóvil Club. Lo hicimos conmigo al volante, pero después manejó mi hijo. En la segunda etapa nos dimos una piña, nos desbarrancamos y y yo sufrí aplastamiento de vértebra. Como dijo Chiche Caldarella el jefe del equipo: “¿sabés por qué dejamos de correr juntos los Caldarella? Porque dos personas del mismo apellido en un auto es mucho peso para el auto”. Mi hijo siguió por su lado y yo hice algunas travesuras en el Standard histórico, acompañado por el “Bicho” Del Buono un acompañante de lujo que fue compañero de Recalde en el rally. Salimos terceros en la primera carrera. En la segunda, salimos segundos y en la tercera que era internacional, en Entre Ríos ganamos todo. Entonces le dije a mis hijos: “son tres carreras, tres podios, cuando usted me equiparen vengan a pedirme plata” (risas)
“Hasta el último pelo” -¿Cómo es manejando en la ciudad? -Yo soy muy prudente. En la ruta cuando hay ocasión, me gusta pisar, pero no como vidrio. Nunca salgo si el auto no está revisado hasta el último pelo, se calibran las gomas, miro todo. El día que va a ser accidente, va a ser accidente, no va a ser negligencia. -¿Qué le molesta de los argentinos cuando manejan? -Esa prepotencia de los que te meten el auto o te lo tiran encima. Ese tipo de pioladas me pone loco. Una vez un crítico fue a ver un espectáculo mío al Teatro Opera y habló del humor “blanco” de Landriscina. Lo dijo como un contravalor, como que yo no me animaba a decir malas palabras. Entonces yo le dije: “lo invito a que venga en el auto conmigo desde Olivos hasta el Obelisco y se va a escuchar el rosario de puteadas que jamás ha escuchado en su vida” (Risas). -¿A usted lo putean? -Nunca me van a ver cometiendo una imprudencia y el día que la hice me bajé y me pedí disculpas al tipo. -¿Cuál es el auto que más quiso en su vida? -Usted tiene que pensar que uno era un seco que iba subiendo en la vida. Así que cuando me subí al Fiat 132 importado, apreté un botón y el vidrio subía y bajaba… para mí era una maravilla. Tenía aire acondicionado… ¡y andaba! Después tuve autos destacables. De la línea Toyota mi mujer tenía un Corolla y yo había comprado una cupé Celica en el ´80. Después lo cambié por un Crecida que era un living con ruedas, una maravilla. Después tuve un Honda Accord y de ahí pasé al Subaru por la tracción integral porque me gustaba barrear. Y tuve un Alfa 156 que te asustaba la aceleración. Con Chiche Caldarella me dijo: “vamos a ver si se tiene”. Y yendo para Olavaria Chiche manejaba y dijo “¿aguantará a 220?” Lo puso a 220 y dobló a 220. Pero tuve problemas con el Alfa porque me encontré con muchos cambiadores de piezas pero no mecánicos. Entonces me dejaba a pie. Después tuve a un Passat alemán muy bueno y como en el programa de campo hacemos promoción de Toyota, ahora tengo un Camry que da placer. -¿Es de meter mano en los autos? -Cuando era mecánica más simple tal vez. Pero ahora que abrís el capó y no sabés ni donde está el agua para el sapito, no. -¿Qué auto le gustaría tener? -Me gustaría tener un clásico: un Alfa o una Ferrari vieja. Lo mío es el automovilismo. En casa no se pierde ningún programa, ninguna carrera.

-¿Quién le gusta de los que manejan ahora?
-Mirá, yo soy hincha de Ford y de Ortelli. -¿Y cómo es eso? -Porque me gusta él como corredor. Por supuesto que soy fanático del “Pato” Silva pero tengo muchos amigos como los Di Palma, me gusta Ciantini, Aventín. Y de los antiguos me gusta Bessone. No soy rígido. Yo soy de Boca pero cuando juega River contra un equipo extranjero quiero que gane River. No lo puedo decir delante de un hincha de Boca porque me revienta la cabeza… pero yo soy así.]]>

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