Marcelo Gómez, vicepresidente de Aniceto Gómez

El fabricante de resortes para suspensión duplicó su capacidad de producción con una nueva máquina de desarrollo local. El fabricante de resortes Aniceto Gómez puso un funcionamiento una nueva máquina arrolladora de resortes en su planta de San Martín, provincia de Buenos Aires, con la que logró duplicar su capacidad de producción. El equipo requirió una inversión de 200 mil dólares y cuenta con un Control Numérico Computarizado desarrollado por Siemens. Sin embargo, el resto de la máquina es creación propia de AG. En una entrevista con Aftermarket, el vicepresidente de AG, Marcelo Gómez, reveló éste y otros avatares típicos de un industrial autopartista argentino.

-¿Cómo fue que ustedes mismos desarrollaron la nueva máquina arrolladora de resortes?
-Tenemos un departamento de Mantenimiento y Nuevos Desarrollos que está funcionando muy bien, con gente muy identificada con los proyectos.
Nosotros hicimos la máquina y la construimos acá. Está en condiciones de hacer cualquier resorte del mercado. Incluso somos los únicos que podemos hacer algunos modelos de resortes para el mercado de reposición como los “monoblock” o “barrilito”. Cuando estábamos terminando la máquina, pedimos presupuesto para el brazo robot que realiza la tarea de descarga. Por supuesto, nos pidieron una fortuna y los tiempos de entrega que nos dieron se nos iban de los plazos. La gente de Mantenimiento entonces me hizo una propuesta de desarrollo, aclarando que no se necesitaba inversión porque lo harían todo con materiales disponibles. Hicieron una maqueta que funcionó muy bien y en 20 días el robot de descarga ya estaba operando con un costo que no pasó de los seis mil pesos. Esas cosas se logran sólo con un personal que se identifica con los proyectos y con la empresa.

-Muchas veces se escuchan quejas de los comerciantes repuesteros por demoras en los tiempos de entrega de los productos, debido a que muchas autopartistas tienen atrasadas las inversiones para ampliar la producción, ¿cómo está la situación en el caso de AG?
– En nuestro caso ese tema fue muy crítico. Tuvimos muchos atrasos en entrega y la gente nos preguntaba: “¿Pero qué están haciendo?” Y la verdad es que estábamos haciendo la línea nueva, porque cuando hay crisis la producción se para de un momento a otro, pero ampliarla lleva muchísimo tiempo. ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos ido a Europa a comprar esta máquina en lugar de hacerla acá? La verdad es que también hubiéramos tardado porque con cualquier máquina que comprás te dan un plazo de entrega de seis meses. A eso hay que sumarle tres meses de negociaciones, un mes de envío, más el tiempo que lleva instalarla, probarla y ponerla en producción. Perdés también un año y medio. La historia hubiera sido la misma. -¿Cuánto hacía que proyectaban esta ampliación de la producción? -La decisión se tomó en el año 2000 y se suponía que la nueva arrolladora debía estar lista para el 2001, pero la crisis nos obligó a meter el proyecto en el freezer por un tiempo. Cuando en el 2003 se empezó a reactivar el mercado, empezamos a sacar del freezer los proyectos. En este momento estamos todas las empresas haciendo inversiones en tecnología. Cuesta mucho conseguir horas libres de talleres para que hagan los trabajos que se necesitan tercerizar, como los matricerías y tornerías. El desarme industrial en la Argentina no empezó con esta crisis, arrancó en los ’70. Fue un deterioro constante y permanente, con algún recreo en el medio, pero siempre apuntando hacia el mismo lado: hacer pelota la industria. -Sin créditos ni incentivos oficiales, ¿cómo se hace para crecer? -El industrial, para poder mantener el ritmo, tiene que reinvertir permanentemente. Nos das vuelta y no se nos va a caer una moneda. Podés vivir dignamente, pero sin grandes lujos. No tenemos plata en el banco, está toda metida en la planta. Hace unos años, un amigo repuestero armó una pequeña distribuidora y fue creciendo hasta que me llamó y me dijo: “Marcelo, vamos a ser colegas. Voy a ser industrial, me estoy comprando una fabriquita”. Le contesté: “Tené en cuenta una cosa. Vos hasta ahora estabas acostumbrado a que todos los días cerrabas la caja y te llevabas algo en el bolsillo. Preparate porque a partir de ahora no vas a ver más un billete. Podés tener balances más convenientes y te vas a capitalizar, pero no vas a ver un peso.” Al poco tiempo me lo encontré y me dijo: “¡No sabés cómo me acuerdo de vos!” El comerciante maneja una liquidez que le permite acelerar y frenar su ritmo más rápido. Nosotros desde la industria tenemos que comprometer la compra de acero para los próximos cuatro meses. -Con los vaivenes nacionales e internacionales de la economía, ¿cómo se hace para planificar? -Nosotros trabajamos con un esquema que algunos a veces no entienden y que a veces hasta nos cuesta entender a nosotros mismos. Planificamos para saber hacia dónde vamos. Ahora estamos planificando en firme para el 2006, con una proyección para el 2010 y otra para el 2015. Por supuesto, esas proyecciones no son una Biblia que hay que respetar, son cambiantes. Nos sentamos a pensar qué empresa nos imaginamos para el 2015. -¿Y cómo la imaginan? -Imagino una empresa diferente a la de hoy: más profesionalizada y previsible, con personal más capacitado. Imagino una empresa más globalizada y con mayor presencia internacional, con niveles de producción más grandes para atender a mercados más atomizados en una mayor cantidad de países. -¿Y cómo tiene que ser la Argentina del 2015 para que se cumpla el proyecto? -Al hacer esas proyecciones te tenés que deshacer de las explosiones intermedias de la Argentina. En ese análisis no podés prever las crisis ni las reactivaciones comerciales imprevistas. La planificación que hice en el 2002, no preveía un 2005 como el actual. Sin embargo, la planificación sirve para todos los aspectos de la vida: si vos tenés en claro hacia dónde querés ir dentro de cinco años es mucho más fácil definir lo que tenés que hacer hoy. Todo lo vas a realizar en función de alcanzar ese objetivo.]]>

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