El autor propone reivindicar el oficio del vendedor con honestidad, trabajo en equipo y compromiso. Una forma de empezar a corregir un estigma prejuicioso que contagió hasta a los diccionarios.
Desde hace unos meses estoy analizando algunos de los elementos que han influido en la distorsión de la profesión del vendedor y han impulsado a crear una mala imagen totalmente alejada de la realidad. No cabe duda de que existe una gran cantidad y variedad de componentes y entornos (familiar, formativo, relacional, laboral y político) que son una fuente permanente de mensajes explícitos e implícitos que ayudan a reforzar en la mente de millones de personas la falsa verdad de la digna profesión de vendedor. Hoy precisamente quisiera exponer una teoría muy particular en relación a los mensajes peyorativos y a los medios que utilizamos los seres humanos para divulgar y fijar de forma inconsciente la imagen del vendedor en nuestros hábitos culturales, sociales y profesionales. Sólo me centraré en dos componentes que me han llamado mucho la atención y pienso que han creado una forma de comunicación muy potente. Ésta ha moldeado la percepción actual que tiene la sociedad sobre el comportamiento y profesión del vendedor. Para que usted lo piense a continuación, describiré los dos componentes. En primer lugar tenemos la comunicación oral. Si observamos y escuchamos atentamente podremos percibir, en nuestras conversaciones cotidianas y coloquiales, que la mayoría de las personas con las que hablamos (excepto las que están vinculadas de forma directa o indirecta con el mundo de la ventas), tienen una cierta repulsión a las palabras "vender" y "vendedor". También, cuando estas palabras surgen en una conversación, siempre alguien les añade un tono despótico o una frase hecha, como por ejemplo: “Te metieron el perro, ese tipo es capaz de vender anteojos a un ciego”. Si analizamos atentamente esta situación podremos descubrir la dimensión que tiene el uso de estas frases. Seguramente quedarán tan preocupados como me he quedado yo, y seguramente se preguntan: ¿de dónde proviene este hábito de utilizar estas frases? En segundo lugar, tenemos la comunicación escrita, que está muy ligada con el comentario anterior y podría ser una buena respuesta a la pregunta que he planteado anteriormente. Si leemos atentamente un diccionario de la Real Academia, podremos comprobar que la palabra vender tiene muchas connotaciones peyorativas que cito literalmente a continuación: “Traspasar a alguien por el precio convenido la propiedad de uno; exponer u ofrecer al público los géneros o mercancías para quien las quiera comprar; sacrificar al interés algo que no tiene valor material; vender la honra, a un amigo, la justicia; faltar uno a la fe, confianza o amistad que debe a otro; dejarse sobornar; decir o hacer inadvertidamente algo que descubre lo que quiere tener oculto; atribuirse condición o calidad que no tiene”. También tenemos sinónimos asombrosos de la palabra vender: “traicionar, delatar, denunciar, engañar”. Observemos cuál es la definición de la palabra vendedor: “Que vende”. Como podemos ver, esta definición es tan concreta y concisa que no explica nada de cómo somos y qué hacemos en realidad. Creo que con estos datos ha quedado demostrado que la sabia y tecnificada profesión de la venta no goza de una buena reputación y prestigio, siendo esto tan cierto que lo confirma el diccionario de la Real Academia. Al llegar a este punto me he quedado muy perplejo por la solidez y potencia negativa que adquiere el mensaje. Sin darme cuenta me he quedado atrapado en la lectura, releyendo varias veces las definiciones y sinónimos; he tenido una extraña y desagradable sensación, como si la venta tuviese un estigma desde tiempos milenarios, por ello no he podido evitar preguntarme: en el pasado, ¿qué crimen o delito tan horrible han debido cometer los vendedores para que se nos asignen palabras tales como “traicionar”, “delatar” o “denunciar”? En la Biblia se describe cómo Judas traicionó a Jesús y cobró treinta piezas de plata por ello. En el Evangelio según San Mateo en ningún momento se menciona el verbo “vender”, sino “traicionar”, pero como hubo un cobro, la interpretación popular le dio el apelativo de venta. Entonces, ese hombre sin desearlo se convirtió en el modelo que muchas personas tienen en su subconsciente de la figura del vendedor. Posiblemente este mensaje esté escrito en nuestros hábitos culturales, por ello ese rechazo a nuestra profesión, porque muchas personas creen que todos los vendedores son Judas y que actúan igual que él. Este estigma se ha transmitido culturalmente y, posiblemente, la profesión de la venta lleva más de dos mil años menospreciada por algo que hizo una persona que no era un vendedor. A raíz de esta situación se ha creado una percepción que está profundamente arraigada en la sociedad. Por ello, a todos los vendedores les queda un largo camino por recorrer si deseamos que esa percepción cambie. Para recuperar el honor del vendedor deberán trabajar todos en equipo, comprometiéndose cada día a ser más profesionales y honestos, sin olvidarse de estimular a los jóvenes para que conozcan la realidad del mundo de las ventas. Ah, me olvidaba. Para mí “vender” es un intercambio que satisface a todas las partes implicadas en una transacción, siendo el objetivo del vendedor buscar el ganar-ganar de las dos partes. Que la fuerza de la venta nos ayude a devolver a esta profesión el lugar que le corresponde por derecho en esta sociedad. Los buenos vendedores, no mienten. Seamos honestos por el bien de todos nuestros pares.

Director de negocios de Aftermarket Consultores. Especialista en canales de distribución. ]]>