La importancia de inspirar

La definición puede llevarnos a la confusión. La mayoría de los expertos en etimología sostienen que “líder” viene del inglés “to lead”: ir adelante. Si un líder es quien va adelante, quien “lleva la manada”, tal vez hoy no sea un atributo suficiente para posicionarse como tal.

En tiempos simples o complicados, donde las relaciones causa-efecto son posibles de encontrar, tal vez un líder en su concepción tradicional sea suficiente. Pero en tiempos complejos, de multicausalidad y volatilidad extrema, los líderes necesitan otro conjunto de habilidades. Un líder hoy debe ser modelo y coach, motivador y sintetizador, visionario y realista, y por sobre todo entender que lidera personas… y corazones.

En tiempos de cambios exponenciales e incertidumbres, el líder se pone a dura prueba. El lugar del líder es un lugar de soledad. Le atribuyen a Ringo Bonavena la excelente imagen de afirmar que cuando suena la campana y comienza la pelea, en el ring ni el banquito te dejan. En otras palabras, en el momento de la verdad el líder está solo. Pero no por ello debe dejar sola a su gente, por lo contrario. En medio de dudas y ambigüedades, el líder debe inspirar confianza y sentido de destino, en momentos de crisis personales, familiares, económicas y sanitarias debe ofrendar de su tiempo para empalizar con su gente.

Decía Colin Powell: “El día que los soldados dejan de traerte sus problemas, es el día en el que dejas de ser su líder. O bien perdieron la confianza de que puedes ayudarlos o bien llegaron a la conclusión de que no te importa. Ambos casos son un fracaso en el liderazgo”. Mucho más aún en estos momentos, donde la mayoría de las encuestas demuestra que la mayor preocupación de los empleados es la falta de certezas, el rol del líder es no sólo guiar, sino ser luz, ofrecer escucha activa y contagiar entusiasmo, seguridad y propósito.

Los estilos de liderazgo van mutando y evolucionan con el tiempo y las circunstancias. No hacen falta los mismos líderes en todas las instancias y para todas las personas.

 

Liderazgo para innovar

En tiempos simples o complicados, la innovación puede ser un buen camino de mejora continua. En tiempos complejos como los que hoy vivimos la innovación es el arma más poderosa frente a este mundo VICA, donde innovar es vital y no es opcional.

La innovación -que conlleva creatividad, motivación, emprendedurismo, escucha activa, resiliencia y trabajo en equipo- necesita algunas características de liderazgo que son imprescindibles para evitar el fracaso.

El líder que motive a innovar debe correrse del frente para que su gente pueda mirar hacia adelante, si el líder no se corre, se ve al líder pero no la meta. Elegimos un líder que nos inspira en el propósito de la empresa y nos contagia ánimo y visión. Pareciera que la palabra líder se desengancha de su etimología y liderazgo deja de significar ir adelante. Un líder debe ante todo inspirar a la acción. Debe ofrecer un sentido de destino y de propósito, debe poder comunicar y contagiar el “por qué” hacemos lo que hacemos.

Un líder debe saber comunicar para poder inspirar y muchas veces se soslaya esta cualidad necesaria del líder. Saber escuchar y saber transmitir. El líder ni siquiera debe ser el que mejor realiza una acción determinada, ni el más hábil ni el más experto. “El gran líder no es necesariamente quien hace la grandes cosas. Es el que logra que su gente haga las grandes cosas”, marcaba Ronald Reagan.

Innovación y eficiencia no necesariamente van de la mano, innovación es riesgo: probar, fracasar, aprender y volver a probar. No es hacer más barato ni más rápido necesariamente, es hacerlo mejor, buscando sorprender y cubrir una necesidad. Si no hay necesidad insatisfecha, la innovación no suma, es más, a veces complica. El líder debe comprender que la prueba y el error tienen un costo que es imprescindible para poder innovar.

 

Conócete a ti mismo

Con estas palabras recibía el Oráculo de Delfos a sus visitantes… Antes de preguntar por el futuro, pregúntate a vos mismo ¿Quién sos? ¿Qué rol cumplís? ¿Qué tenés que mejorar? ¿Qué te queda por hacer?

Claramente no se nace líder, no nos enseñan a serlo. En el mundo laboral, en el mundo académico, si somos buenos haciendo algo, pasamos a supervisar gente que hace lo que nosotros sabemos hacer, seguramente mejor que ellos… pero saber más no nos hace ser buenos líderes, nos hace expertos en el “cómo” hacer las cosas, no en transmitir el propósito ni en motivar a la acción.

En épocas de crisis e incertidumbre “Conócete a ti mismo” se vuelve más vital que nunca para reconocer la propia vulnerabilidad y para poder acompañar a los otros en sus procesos y empatizar con ellos. La conciencia de la vulnerabilidad te refuerza, no te debilita, porque te permite comprender. Y es imposible liderar sin entender a quienes lideras.

 

Inspirar a la acción

Muchos líderes están íntimamente convencidos de que el propósito, las metas y la visión de la organización son evidentes para todos y que no es necesario explicitarlo ni explicarlo. Sin embargo, poder transmitir el por qué hacemos lo que hacernos es un acto de empatía que motiva y entusiasma: da sentido porque le permite entender que cada miembro de la organización es más que un engranaje de una maquinaria. Al vernos como pieza indisoluble de un proyecto nos convertimos en parte indivisible e imprescindible de un todo lleno de sentido y comprendemos que nuestra acción cuenta e importa. Cuando podemos entender por qué hacemos lo que hacemos, le ponemos el corazón a nuestro trabajo. A los seres humanos nos gusta pertenecer, ser parte. El rol del líder también implica lograr que todos entiendan lo valorado e importante que es su trabajo, y la mejor manera de hacerlo es mostrar el Norte y que puedan ver reflejadas sus acciones en el éxito de la empresa. Compartir un sentido de destino y visión con todos los miembros de la empresa crea un poderoso sentimiento de pertenencia y compromiso. Para tener éxito, una compañía debe ser más que una colección de individuos. La función del líder es articular equipos y encaminarlos detrás de una visión.

Las crisis siempre nos llevan -obligadamente, muchas veces- a evolucionar como personas, como sociedades y como empresas. Esta crisis no es más que otra oportunidad para seguir mejorando. “Si no fuera por las crisis”- comentaba el filósofo catalán Jorge Wagensberg – “aún seríamos todos bacterias”.

 

 

Escribe Gabriel Mysler

Consultor en innovación, estrategia y management, Director de la consultora Innovation@Reach y Managing Director de Integrity Meter.

 

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