Cambio de modelos

No es fácil explicar cómo se desarrolla y nace un paradigma, y cómo se va adoptando a la realidad por la presión social. Sin embargo, en las próximas líneas lo dilucidaremos y lo intentaremos comprender.

 

Lo primero es lo primero, la etimología: El término “paradigma” se origina en la palabra παράδειγμα [parádeigma], que en griego antiguo significa «modelo» o «ejemplo». Originariamente, significaba eso: patrón, modelo.

Sucede que los paradigmas tienen una constante, sólo pueden comprenderse y quedar claramente encuadrados hacia la mitad de cada siglo. Son, también, derivados de los fenómenos de su tiempo (guerras, conflictos sociales, revoluciones, modas, enfermedades, avances científicos) correspondientes a cada periodo.

Entre el 1600 y el 1700, el Renacimiento.

Entre el 1700 y el 1800, la Revolución Francesa.

Entre el 1800 y 1900, el desarrollo de la «inteligentzia», con el advenimiento de las nuevas ideas de Sigmund Freud, Carlos Marx, Albert Einstein).

Entre el 1900 y el 2000, la llegada de la posmodernidad (la Segunda Guerra Mundial, la igualdad de la mujer, la revolución del diseño, el arte y la arquitectura de la Bauhaus de Alemania, la medicalización de la cultura).

Cada comienzo de siglo generará inexorablemente un nuevo paradigma. Por lo tanto, desconocemos cuál será el paradigma de este siglo que nos toca vivir, porque somos los creadores y partícipes de sus comienzos, pero las características fundamentales que lo homologuen definitivamente aparecerán a mediados del milenio.

 

Todo mezclado

 

Podemos inferir que no existe el paradigma en estado puro, sino que su fisonomía está compuesta por cientos de paradigmas que lo constituyen, tanto en las ciencias, como en las artes, tanto en la economía como en la industria.

El ejemplo más claro que pone en evidencia esta afirmación es lo que sucedió en el siglo pasado con la industria relojera suiza. Cuando a las firmas más destacadas de la fabricación y diseño de los relojes suizos –los más afamados del mundo- les fue presentado el reloj digital, lo despreciaron porque no pudieron leer la gestación de un nuevo paradigma: la cultura digital.

Por conservadores, los relojeros de la vieja guardia no pudieron vencer la inercia de sus creencias y valores que tanto prestigio le habían legado hasta entonces y no lograron adaptarse al medio que iba naciendo para quedarse.

Sus competidores de Japón sí lo hicieron y comenzaron a fabricar relojes digitales, con un nuevo actor determinante en la industria que finalmente llevó a la quiebra a una cantidad importante de empresas suizas de la relojería y todos sus accesorios.

 

A puros tarascones

 

Esto, recordémoslo, sucedió en el área industrial. En otra línea paradigmática, la de la relaciones humanas y los códigos de convivencia, hubo un cambio fundamental devenido e instalado por el juego digital Pac-man.

En su época, una palabra o un apretón de manos sellaban un pacto, ya sea familiar, social , de servicio o fuere de industria o comercio.

Luego sobrevino el contrato escrito, a través del cual se honraban los acuerdos. Era muy difícil que alguien se desdijera o incumpliera los contratos dentro de la moral (el paradigma) vigente.

Entonces el hombre creó el Pac-man– te comía, morías, pero estaba la opción de poner fichas (insert coin) o asumir definitivamente la derrota (game over).

Dejó de considerarse una fatalidad el hecho de perder, la frustración. Se presentaba otra oportunidad, y otra, y otra. Una lógica parecida a la madre de todas las batallas: vencer a la muerte.

A partir de este cambio repentino de paradigma, muchos actos de convalidación de compromisos a través de la palabra empeñada se relativizaron. Total….podíamos elegir y pensar en otra vida, y otra, y otra, con lo cual los errores y las equivocaciones podían ser socialmente aceptados, con los consiguientes cambios de marcos referenciales.

En la última década, la irrupción a golpe de clics de redes sociales terminó de edificar otro paradigma de nuestra época. La época de la urgencia, de la inmediatez en las respuestas, de la soledad de los emisores y receptores, del cotilleo irrefrenable de una suma de monólogos sin nada que decir. En lo personal, el peligro es que cada muchos se sumergieron en su propio mundo en un autismo legitimado por el auge de la tecnología.

Sin embargo, estas prácticas se insertaron en el ámbito laboral, y muchos vendedores se comunican con sus empresas, muchos empresarios se comunican con sus empleados (a veces en forma abusiva los días de descanso), pero la rapidez y la inmediatez ayudan a la consolidación de la eficiencia.

Los paradigmas, convengamos a esta altura, no son ni buenos ni malos por sí mismos. Por una parte permiten operar con éxito en el ámbito delimitado por el paradigma y sin embargo se convierten en disfuncionales los residuos de los anteriores. Entonces, todo hay que decirlo, no todo tiempo pasado fue mejor. Sobre todo porque ya no volverá.

Yendo a las áreas de lo personal, de las fábricas y los negocios, que es el tema que nos preocupa en esta publicación, veamos cómo los cambios de paradigma inciden en quienes pueden advertirlos a tiempo y pueden adaptarse a ellos, en quienes pueden detectarlos pero no pueden adaptarse a ellos, en quienes ni siquiera entienden y conciben el cambio de paradigma.

Es de vitar importancia estar alertas a los cambios de paradigmas a través del acceso a la información, de asumir el permiso de cometer errores, y desde la asunción de la responsabilidad podremos remediarlos y adaptar los tiempos a las nuevas velocidades que imprimen las redes.

 

De estas tres opciones, querido lector, ya habrás sacado tus conclusiones sobre quiénes de nosotros van camino al fracaso irremediable, quiénes zozobrarán en el intento, pero tiene posibilidades de cambiar a tiempo, y quiénes navegarán por aguas serenas enriqueciéndose con el valor agregado en lo personal, en lo social, en lo empresario, para su familia y para sus empleados y proveedores.

 

Desde Barcelona,

 

Ernesto Beibe

Mentor

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