Casos resueltos

Ernesto Beibe es consultor estratégico para pequeñas y medianas empresas con conflictos internos o externos. Aquí reseñamos un compilado de su participación en empresas que lo convocaron para mejorar sus resultados de negocio y ganar bienestar personal.

Durante los últimos veinte años, Ernesto Beibe ha intervenido en cientos de compañías, muchas de ellas familiares, con conflictos de sucesión de los fundadores, familiares en la empresa, profesionalización, estafas internas y externas, crisis por enfermedades, estrategias erradas y ejecuciones fallidas.

Con algunas de ellas trabaja aún, incluso tras más de una década, ya que sus problemáticas cambian con el crecimiento. Con otras, las intervenciones son breves, de pocas semanas o meses.

Su metodología inicia con la realización de un genograma personal a los involucrados. A partir de ahí comienza la integración, la negociación, la comunicación fluida, la determinación de roles, funciones y tareas; en suma, la articulación de las partes para que haya libre juego y mayor bienestar. Aquí va un compilado de sus intervenciones.

La cadena de carnicerías

Anselmo, un ex empleado de carnicería, deviene en empresario propietario de su propia cadena de carnicerías. Como era tradición en su familia de origen, trajo a su hijo mayor Clemente, a secundarlo en la empresa. Clemente lo acompañó durante muchos años, constituyéndose en su brazo derecho, adquiriendo lo funcional y disfuncional de las actitudes de su padre. Mientras tanto Anselmo, de cara al futuro, envió a su hijo menor Leandro a estudiar Administración de Empresas.

Llegado el momento de la designación de un sucesor. Clemente reclamó ese lugar pero, sin dudar, Anselmo, el fundador, eligió al menor, Leandro, que traía todo el aggiornamiento y su contacto con la realidad de los tiempos que corrían. Este acto estuvo a un tris de romper la familia por los sentimientos de culpa, rabia, despojo y la calificación de “ganador” o “perdedor”.

En este caso, el rol de Ernesto Beibe consistió en organizar:

  1. Reuniones personales con los tres involucrados
  2. Reuniones vinculares del Fundador con cada uno de sus hijos
  3. Reuniones vinculares entre los dos hermanos, y por fin una reunión entre los tres involucrados.

El tema central era que aprendiesen a negociar entre ellos, ya que el conflicto había empezado a extenderse a sus propias familias, empleados, proveedores y la propia clientela.

En este devenir lento pero seguro aprendieron el valor de oír al Otro, de morigerar las emociones y a entender que de cada negociación no siempre se gana del todo ni se pierde del todo. Ernesto Beibe tenía como un principio ineludible el de preservar la familia, que utiliza en todos los casos. Porque las empresas se pueden cerrar y volver a fundarlas, pero una familia lesionada no puede recomponerse.

Ernesto dio la palabra a los tres pero a la vez entrenó sus oídos y su buena voluntad e incluyó a la esposa de Anselmo (madre de Clemente y Leandro) en el proceso, ya que era una persona clave en el entramado familiar.

Finalmente Leandro fue el sucesor, sabiendo perfectamente que iba a vivir el sueño del padre, y Clemente recibió un capital como para buscar su propio rumbo. Hoy la empresa trascendió y, además de una cadena de carnicerías, es una exportadora de carnes al exterior. Clemente y su esposa abrieromn una fábrica de alimentos de dieta congelados que hoy tienen varias unidades de reparto.

Clemente no perdió su experiencia anterior del manejo de productos alimenticios, sino que ganó en libertad y creatividad. La familia está en orden y los negocios prosperan.

La empresa-familia

Gonzalo inició una empresa que a medida que crecía incorporó a sus filas a un hijo, después a otro, más tarde un sobrino, primos, hijos de amigos, en función de su progresivo crecimiento. Así se convirtió en un páter familiae.

Gonzalo era un empresario que amaba más a la familia que a la empresa. Confundió su empresa con un geriátrico, una clínica de terapia ocupacional, y en vez de ser padre en su casa y empresario en su empresa, buscó ser hijo, padre, tío y hermano en su empresa.

Cuando la empresa tuvo que achicarse, por una crisis financiera, se vio atado de pies y manos porque no podía despedir a nadie. Ante el reclamo: ¿Cómo a mi? Si soy tu cuñado, tu hermano, tu amigo, Gonzalo se quedaba paralizado, con la bancarrota al acecho.

Ernesto Beibe comenzó por explicar que la toma de decisiones no es siempre racional.  Influyen en ella instintos viscerales, las emociones, los sentimientos, las preferencias, la capacidad de aprendizaje, la tolerancia a la frustración, el orgullo, las experiencias pasadas, mandatos familiares y las consecuencias posibles. Las partes comprendieron que lo irracional no es funcional a la producción de ganancias.

Beibe enseñó al fundador a pensar estratégicamente. A desentrañar el peso de su familia de origen, sus lealtades y su necesidad de responder a situaciones que lo determinaron, como para incluir a su familia actual al staff de su empresa.  Con el objetivo de individuarse, despegarse del mandato de su familia de origen y re-nacer un verdadero Gonzalo, con sus propios intereses, dueño de sus propios actos.

La historia continuó con una estricta selección de personal idóneo. En el lugar mental, antes ocupado por las dudas y las culpas, comenzaron a crecer nuevos proyectos y nuevas ideas de bienestar personal y productividad.

Por supuesto que no se puede cambiar de golpe el funcionamiento de una empresa, pero Beibe facilitó a Gonzalo los procesos porque utilizó el pensamiento en vez del sentimiento. Se dio cuenta cómo al prescindir de algunos familiares, la empresa iba oxigenándose, y como beneficio notó cómo la nómina descendía y la carga financiera mermaba con ella.

Gonzalo pudo reacondicionar sus emociones, y como era de suponer muchos de los familiares supernumerarios se dieron cuenta de los cambios y optaron por retirarse del lugar tan cómodo que les fuera concedido por simplemente ser parientes.

La firma se equilibró, quedaron sólo los familiares idóneos y útiles a la empresa. Hoy es una firma dimensionada, no sobredimensionada como antaño, donde prima la conciencia de que de que debe producir valor agregado y no agregar personas sin valor, sea cual fuere el compromiso familiar.

De Italia a América: reveses e iniciativas

Cosme llegó con sus padres desde Italia a Argentina, corridos por el hambre, en el año 1930. Intentaron reproducir en una provincia argentina, similar a la de sus antepasados italianos, la forma de vida que llevaban, ocupándose de trabajos de la tierra, y la crianza de pequeños animales. Vivieron buenos tiempos a raíz del trabajo fecundo de sol a sol que realizaba toda la familia.

Sin embargo, en una de las cíclicas crisis argentinas, la tierra dejó de dar de comer y Cosme tuvo que emplearse como aprendiz en un taller metalúrgico. Poco a poco fue aprendiendo la rutina, anhelando volver a respirar aire puro y no la viciada atmósfera de mezcla de metal y aceite, oscuridad y encierro.

Con el tiempo fue generando su capital propio. Primero con un torno, luego otro, hasta llegar a armar un taller de envergadura. Sin embargo, a pesar de crecer empresarialmente, Cosme nunca dejó de ser un obrero, peor aún: “un obrero de sí mismo”.

Su hermano Marcelo, cinco años menor, tenía el don de la rapidez y el demérito de la codicia. Ya de adulto, comenzó su carrera de latrocinio quedándose con la casa natal sin que sus padres ni Cosme le hubieran autorizado (aunque tampoco penalizado), dando inicio a su carrera de impunidad en los asuntos familiares.

Sabemos que para que haya un estafador debe haber un estafado. Y este es el rol que cumplió a la perfección Cosme entregándole la mitad de su empresa a este hermano, a sabiendas de que lo iba a estafar. Al cabo de un tiempo, efectivamente, Marcelo no solo tomó las riendas de la empresa de Cosme, sino que con toda impunidad armó su propia empresa paralela compitiendo deslealmente con la empresa donde su hermano le había dado cabida.

Melina, hija única de Cosme, casada y con dos hijos en edad universitaria, comenzó a observar con estupor cómo su tío Marcelo se enriquecía cada día más, cambiando de auto, cada año, viajando con su mujer e hijos por el mundo y observaba a su padre, siempre inclinado en una mesa de trabajo, un obrero entre todos los obreros, con un auto antiguo y con permanente crisis de inseguridad por el devenir de la empresa y ahogos económicos sin fin.

Entonces decidió dejar la docencia para dedicarse a la empresa familiar, intentó tomar las riendas sin ninguna preparación empresarial, incluyó a sus hijos en la nómina del personal, convirtiéndolos a la vez en obreros. Su tío, Marcelo, al ver que se podrían poner al descubierto sus manejos dolosos, hizo que entre a trabajar en la empresa de Cosme, su propio hijo Danilo, de la misma edad que su prima Melina, sólo con el fin de embarrar la cancha.

Así las cosas, la empresa comenzó a paralizarse. Melina enfermó, sus hijos vivían en riña permanente dentro de la empresa atrasándose sus estudios universitarios por la cantidad de energía vital que les consumía trabajar en ese infierno.

Estrategia y solución

Si para que hubiera un estafador debía haber un estafado, la estrategia de Ernesto Beibe fue la de quitar al estafado, organizando su salida a toda orquesta. En ella participaron todos los obreros, su hija, sus nietos, con discursos de despedida mediante para que por fin, se resolvieran dos problemas en el mismo momento: sacar a Cosme, próximo a cumplir los 86 años, del banco de trabajo y neutralizar la acción de su hermano en la estafa permanente.

Luego, imprimirle a la empresa una actividad fuera de lo común, dejando a Danilo totalmente afuera, puesto que su misión era entorpecer sin conocer las técnicas de la metalurgia, obligándolo a retirarse por su escasa propensión al trabajo. Dicho por él mismo, a los 46 años: “yo no vine a trabajar, vine porque mi papá me mandó”.

Marcelo ya no tenía a quien timar ya que su hermano se había retirado. Su hijo dejó su espacio de veto y al ver que su sobrina comenzaba a apropiarse de la empresa en buena ley, su ambición pudo más y ofertó comprar la mitad de la empresa.

Debemos aclarar que tanto Cosme como Melina con sus dos hijos lo único que les interesaba era volver al contacto con la naturaleza y no seguir al frente de una empresa metalúrgica por más exitosa que fuera.

El dinero de la venta (millonario) fue repartido: 50% para Cosme, 25% para su hija Melina y el 17,5% a cada uno de los nietos.

Finalmente, Cosme está en paz , viajando a su tierra de origen de paseo, Melina armó una granja con criadero de patos, un hijo es Ingeniero Agrónomo y el otro vende seguros contra granizo en otra área de cultivo. Todos volvieron a las fuentes.

Ernesto Beibe

Consultor Estratégico de Empresas Familiares

ernesto.beibe@gmail.com

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