En noviembre, la compañía dijo que inyectaría US$1,000 millones en un nuevo laboratorio en Silicon Valley para estudiar la inteligencia artificial, dirigido por Gill Pratt, un ex gerente de robótica en la unidad de investigación del Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Akio Toyoda, presidente de la empresa, había dicho a menudo que quería fomentar el entusiasmo entre los conductores jóvenes que estaban prestando más atención a sus teléfonos inteligentes. El lema de Toyota, “Fun to Drive” (divertido de conducir), quedaría en jaque en un auto sin conductor.
Toyota también contrató al ex jefe de Google Robotics —uno de los 200 investigadores que prevé emplear en el nuevo laboratorio— e invirtió US$8 millones en una empresa de Tokio especializada en máquinas de aprendizaje autónomo. El equipo de Koibuchi cuenta con alrededor de 70 personas que investigan tecnologías autónomas en el centro del Monte Fuji y alrededor de 100 en Silicon Valley.
Ya sean autónomos o no, dijo Toyoda, los autos deben ofrecer libertad. “Ese es un elemento que los autos nunca deben perder”, enfatizó. “No importa cómo, pero los autos necesitan conquistar el amor de sus usuarios”.