En la antigüedad, los padres heredaban tierras a sus hijos. A partir de la Revolución Industrial, legaban empresas. Hoy la mejor herencia es la educación y el profesionalismo.
Dentro de los paradigmas de la historia, desde tiempos inmemoriales, el hombre ha dejado a su descendencia rebaños o tierras en herencia. A partir de la Revolución Industrial comenzó a dejar Empresas por herencia. Hoy, en nuestros tiempos, la mejor herencia que uno puede dejarle a los hijos es la educación y el profesionalismo.
Antes, para poder legar más, había que tener cada vez más. En una rueda de no poder parar, quien tenía tierras, quería para sí y para su descendencia cada vez más extensiones. Quien tenía empresas quería que progresaran, para acumular cada vez más capital que pudiera dejar a sus hijos.
Pero hoy, uno se pregunta: ¿hasta cuánto uno debe hacer crecer la Empresa en detrimento de vivir mejor y de sentirse bien?
En mi profesión de Mentor, me encuentro con personas que viven para la Empresa. Piensan sólo en cómo hacerlas crecer cada vez más, y pierden de vista lo más importante en la vida, que es “su propia vida”. Se olvidan de crecer cada vez más y de vivir mejor.
Hasta los años ’60, el mundo ofrecía opciones, modelos y contra-modelos, buenos o malos, morales o indecentes, capitalismo o comunismo, pobreza o riqueza, presente o futuro. Pero ahora vivimos en un mundo en el que han caído los contra-modelos, y los sistemas tienden a ser cada vez más abiertos, con mayor libertad y movilidad. Cambió en nuestro tiempo, todo un sistema de valores.
En nuestra civilización el puritanismo dejó su huella imponiendo la frugalidad en el consumo y la racionalidad en lo económico. Había un mensaje permanente de “sufrir aquí para gozar en el mas allá”. El lujo estaba en mano de los poderosos versus los dominados. Pero hoy, el deseo del lujo no se reduce como en los viejos tiempos a querer ser admirado por otros.
Hoy, el lujo es una manifestación más de una necesidad personal donde uno desea “gustarse y ser admirado por uno mismo”. Dentro de nuestro sistema de vida, donde cada vez hay menos blanco o negro, sino que hay toda una franja de grises que le dan volumen e interés a nuestra vida, desde la palabra lujo uno se preguntaría: “¿Qué es hoy, en el año 2005, un lujo?” ¿Cómo discernimos hoy entre lujo y necesidad?
Frente a preguntas mías, sobre formas de acceder a lugares de bienestar, a ampliar conocimientos, a buscar lugares de autorrealización, me encuentro con gente que me dice: “No, yo no me puedo dar ese lujo. Mi tiempo esta destinado a la Empresa. Mi capital está comprometido en armar una nueva sucursal. Mi fuerza está al servicio de ampliar la planta industrial”.
Y la pregunta es: “¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuánto? ¿Tiene que seguir creciendo tu empresa en tu detrimento o en detrimento del bienestar de tu familia?”
Todos sabemos que Empresa que no avanza y no crece, se estanca e involuciona. Pero, queridos lectores, todo tiene un límite. Encontrar este lugar de equilibrio no es fácil, pero hay un momento en la vida de uno donde debe comenzar a considerarlo.
El contrasentido es cuando el Empresario convierte a su Empresa en un lujo propio, en una situación de auto-placer alejado de la lógica de la ganancia y el utilitarismo, con el derroche de energías para conseguir cosas nada rentables.
Después de tener cubierta la supervivencia, por supuesto, lo único rentable es vivir mejor y dejar de herencia a nuestra descendencia, no sólo el capital, sino la enseñanza de saber vivir mejor en nuestro pasaje por este mundo.