Las redes y plataformas digitales han aumentado la visibilidad de una narrativa peligrosa: la del éxito inmediato. En esta columna, consejos prácticos para recuperar el control ante ese mandato.
En los coliseos romanos, la vida de un gladiador podía depender de un simple gesto: un pulgar hacia arriba significaba clemencia; hacia abajo, la muerte. Esa señal mínima cargaba con el peso de una sentencia irreversible. Siglos más tarde, ese mismo dedo —el pulgar— fue adoptado como símbolo de aprobación en el mundo digital, convertido en el “me gusta” del pulso social.
Sin embargo, algo ha cambiado. Hoy, ya no es el pulgar el que domina, sino el dedo índice. Y no sólo señala o acusa, sino que se desliza. Decide. Descarta. Juzga con rapidez, impone su lógica sin pausa. Con cada scroll, con cada desplazamiento, se reafirma un nuevo tipo de poder. Lo llamo la tiranía del dedo, que podemos verla casi como acto de sumisión voluntario al ritmo impuesto por lo inmediato, donde el gesto reemplaza al pensamiento.

El nuevo imperio
No es novedad que vivimos en una era donde lo importante compite contra lo urgente. El contenido debe ser breve, veloz, sorprendente o desaparecerá sin rastro. Nos impacientamos si un audio dura más de un minuto, si un video no atrapa en los primeros segundos, si un texto exige más de un par de desplazamientos de pantalla o una concentración extra para entenderlo. Según la neurocientífica Maryanne Wolf especializada en dislexia, la lectura digital está modificando nuestra estructura cerebral: pasamos de una lectura profunda a una lectura de salto, que debilita la capacidad de concentración, empatía y pensamiento crítico. En este contexto, el dedo índice se transforma en un metrónomo, como el que usan los músicos: marca el ritmo con el que consumimos, y muchas veces, con el que vivimos.
La ansiedad de perderse algo
El FOMO (sigla de Fear of missing out), esa ansiedad constante por no estar donde se supone que ocurre “lo importante”, se ha amplificado con la hiperconectividad. Va más allá de sólo de querer estar al tanto, sino de un miedo profundo a quedar excluido, desconectado, invisible. El concepto FOMO no está solo: a su alrededor han surgido nuevas expresiones que reflejan matices de la misma ansiedad:
-FOJI (Fear of joining in): temor a participar, a mostrarse, a opinar, por miedo al juicio colectivo.
-JOMO (joy of missing out): placer aparente por la desconexión, que muchas veces es una renuncia disfrazada.
-FODA (Fear of doing anything): no es el clásico esquema de F.O.D.A., sino que es la sigla que marca una parálisis emocional frente a un exceso de estímulos y posibilidades.
-ROMO (Reluctance of missing out): resistencia activa a soltar, incluso cuando no hay nada que realmente importe.
Cada uno de estos términos expresa una fractura interior, la mayoría de las veces no convenientemente abordada mediante el desarrollo personal y el autoconocimiento y alimentada de creencias limitantes erróneas que no han sido elaboradas.
El espejismo del éxito exprés
Las redes y plataformas digitales han aumentado la visibilidad de una narrativa peligrosa: la del éxito inmediato. Promesas como “gana 10.000 dólares en cinco días” o “transforma tu vida en una semana” se repiten como mantras vacíos. Son espejismos que alimentan la ansiedad y desprecian los procesos reales. No existe el éxito microondas: todo requiere tiempo, dedicación y siempre es un proceso.
El sociólogo Zygmunt Bauman advirtió que vivimos en una “modernidad líquida”, donde nada dura, nada se fija, todo se reemplaza. En este contexto, la idea de un éxito sostenible, basado en la constancia y el esfuerzo, parece anticuada. Aunque es justamente esa idea la que necesitamos recuperar.
Tres claves para salir
Aquí van unas herramientas prácticas para hacerlas conscientes, ejercitándolas cada día hasta convertirlas en un hábito:
Practicar la lentitud como acto consciente: por ejemplo, tomarse un respiro antes de reaccionar, leer textos más extensos, escuchar con atención, aceptar que no todo debe resolverse en segundos.
Desintoxicar la relación con el dispositivo: crear zonas y momentos libres de pantallas, evitar empezar y terminar el día con el teléfono, recuperar la presencia en lo cotidiano, y sostener la mirada cuando interactuamos con los demás.
Valorar el proceso por encima del resultado: para ejercitar: entender que los cambios reales —profesionales, personales o emocionales— requieren tiempo, elegir profundidad antes que velocidad, y verificar en qué entornos interactuamos y nos producen mayor ansiedad versus otros que nos aportan más calma.
(*) Facilitador y Máster Coach Ejecutivo especializado en
alta gerencia, profesionales y equipos; mentor y
comunicador profesional; conferencista internacional;
autor de 32 libros. LinkedIn Top Voice América Latina.
Coach profesional certificado por ICF en su máximo
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