Lidiar con la falta

En esta columna me referiré a la circunstancia en que un adulto, ya sea por un accidente, una enfermedad o un deterioro, queda privado de alguno de sus cinco sentidos y debe recomponer su existencia a partir de esa carencia.

 

 

Desde muy pequeños se nos enseña que las personas disponemos de cinco sentidos: el oído, el olfato, el gusto, la vista y el tacto. Efectivamente, la mayoría de las personas poseen estos sentidos, que no sólo organizan el diario vivir, sino que básicamente conectan a la gente de una manera afectiva, aquello que finalmente permite la supervivencia del hombre.

A través de los sentidos podemos determinar si algo está en mal estado para comer, percibir los peligros, rechazar lo molesto, ver por dónde caminamos para no tropezar, oír algún sonido disruptivo para hacer funcionar las alarmas.

A la vez, a través de los mismos sentidos podemos recibir cariño, extasiarnos con un paisaje, oler ricos perfumes y sabrosas comidas, escuchar a los otros para comunicarnos. Estos sentidos diseñan la completud del ser humano, ofician de brújula para prevenirnos frente a los peligros y nos orientan en el camino del placer.

Sin embargo, hay personas que nacen sin alguno de estos atributos, y en su desarrollo no conocen ni siente la falta, porque así llegaron al mundo, mientras que los otros sentidos, en recompensa, se desarrollan con una sensibilidad tal que les permiten relacionarse con el mundo circundante sin mayores dificultades. Esto es, por supuesto, hasta que la sociedad los comienza a hostigar por ser ¨distintos”. Sobre este tema ya he escrito mucho y no es la razón del presente articulo.

 

Escasez y sentimientos

En esta ocasión me referiré a la circunstancia en que un adulto, ya sea por un accidente, una enfermedad o un deterioro, queda privado de alguno de sus cinco sentidos. A esta situación la llamamos deprivación sensorial.

No se trata particularmente de la pérdida de un órgano, sino de la deserción de alguno de sus sentidos, situación que lo eyecta violentamente de su actividad diaria, de su relación fluida con sus amigos, familia, trabajo.

En otras columnas me referí a la situación de duelo que atraviesa una persona por alguna pérdida importante. ¿Y que hay más importante, sobrecogedor, que la pérdida de uno de sus sentidos?

Por supuesto, optimizar los atributos restantes no comporta una inmediatez que le permita a uno compensar la carencia, ya sea la pérdida de la vista, o del tacto, que son los sentidos con los que se relaciona con sus afectos. Por eso aludía en otro párrafo a los que nacen desprovistos de uno o más sentidos, que llegan a desarrollar en contrapeso los sentidos que les quedan en stock.

Si alguien pierde la vista, queda ciego, el grado de violencia y frustración resulta notablemente exacerbado. Nunca volverá a recuperar la totalidad de su forma de vivir hasta ese momento. Durante el primer tiempo será un mar de lágrimas y lamentos con toda su razón de ser.

He trabajado con personas que han padecido de la privación de la vista y su consiguiente deprivación sensorial. Como mentor acompañé a decenas de personas con esta particular carencia de uno de sus sentidos.

Desde mi experiencia de abordaje, puedo inferir que hasta que no pudieron terminar de cursar el duelo de la pérdida no pudieron adquirir nuevas habilidades de las que sí pudieran valerse.

Quien no pudo comprender y elaborar el duelo quedó de por vida con la sensación de ser radiado, de sentirse discapacitado para recuperar sus relaciones, sus afectos.

Quien pasó por la comprensión de su “duelar” , en cambio, pudo recomponerse, volver a ser uno más integrado a la sociedad, a su familia, a sus amores. Aprendió a vivir de otra manera, no menos rica que antes de la pérdida.

 

Tiempos de pandemia

Muchos afrontaron la pérdida del tacto y del contacto. Frente a esta merma se insensibilizaron, se blindaron, con graves consecuencias psíquicas, que tal vez no se manifiesten en estos momentos, pero que a la larga tomarán forma de estallidos de violencia extemporáneos, fuertes irritaciones, no necesariamente con sus semejantes, sino descargándolas en su fuero interno.

Hay quienes tienen un hambre táctil que se agudiza más que nunca, pues se trata de una experiencia sensorial imprescindible para equilibrar el ánimo.

Somos dependientes del apoyo humano cuando necesitamos un abrazo, un apretón de manos, las caricias y la oportunidad de replicarlas a los demás.

De gozar de la sexualidad libremente, de demostrar gestos de amistad en cualquier jerarquía, de amor, hasta de compasión.

Quienes se privan de estos hábitos, cuando esta estimulación táctil permanece insatisfecha, se encierran en sí mismos y están sometidos a diferentes grados de alteraciones en la conducta. El duelo comienza a ser inacabado y pasa directo a la categoría de patología en la ausencia de aceptación de esta pérdida y la omisión del propio camino del duelo.

 

Servicio de reparaciones

Nosotros, los Mentores tenemos un sexto sentido. Que es el de anticiparnos a las situaciones paralizantes, que traen angustias, ansiedad y miedos.

Este zigzag diario de idas y retrocesos en la progresión de la gravedad de los contagios del Covid-19, la cantidad de víctimas terminan transformándose en meras estadísticas frente a las que estamos insensibilizados, lo que nos convierte cada día más profundamente en deprivados sensoriales.

Por eso desde este lugar, con la autoridad que me dan los años, pienso que hay un momento donde se debe dejar de pensar hacia “más adelante, cuando las cosas cambien”.

Las cosas hoy están cambiadas, hoy nos quedamos sin tacto ni contacto con los demás, porque hacer lo contrario nos deja en la zona del peligro invisible, la pena del sufrimiento o la muerte.

Hoy hay que comenzar el camino del duelo por este sentido perdido, arrancado. Una vez cerrada la herida, lo próximo, lo que vendrá no tiene ni nombre ni forma, será distinto, no volveremos atrás. La humanidad jamás vuelve atrás.

Debemos aprender a cerrar este capítulo en lo concerniente a este quinto sentido, y aprovechar otras formas de comunicarnos y verlas como nuevos sentidos a adquirir y desarrollar. Quien sienta que mis palabras lo interpelan me encuentran en www.ernestobeibementor.com para continuar con este diálogo.

 

Desde Barcelona, octubre de 2020

Ernesto Beibe

Mentor

ernesto.beibe@gmail.com

whatsapp +34628698809

www.ernestobeibementor.com

 

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