R-evolución

¿A qué proclama le hace justicia el nuevo debate de la industria automotiva? ¿Revolución o evolución?

El mercado, históricamente, bascula entre dos concepciones sobre el lugar del coche en la sociedad y bajo esos idearios orienta su oferta hacia el consumidor. Uno de los modelos, por supuesto, lleva cincelada a fuego su denominación de origen Made in USA, con el valor agregado de su historia como pionero de los primeros prototipos y su expansión como mercado de masas tras la Segunda Guerra Mundial, de la mano de la  construcción de un plan de autopistas que cubrió sus grandes extensiones y que hizo que los americanos, montados en sus bólidos, vivieran al auto como una extensión de su cuerpo y de su pertenencia social. Este modelo, con sus más y sus menos, se expandió hacia los países limítrofes (México y Canadá) y, en menor medida, al resto de Centro y Sudamérica.

En otro carril discurre el modelo europeo, acuñado para pequeñas superficies, como ciudades medievales devenidas en parques temáticos, cuyas calles sinuosas apenas dejaban el espacio justo para que los carros las circundaran y que llevó a los emprendedores del Viejo Continente a concebir vehículos menos exuberantes, aptos para las distancias cortas y que, de todos modos, lograron seducir al usuario de otros puntos cardinales hasta desplazar, incluso, a las grandes “naves” norteamericanas.

Estas diferencias también tuvieron su correlato en el Aftermarket. Las  terminales o montadoras estadounidenses apostaron al resguardo de la información de sus vehículos a fin de mantener la exclusividad de su mantenimiento, sabedoras de que el usuario medio dedicaba horas a honrar su su “otro yo” mecánico, lo que magnificó el negocio y derivó en la generación de grandes tiendas -modelos de franquicia- de venta de repuestos y accesorios.

En contrapunto, el modelo europeo, menos apegado al vehículo, dejaba el servicio de posventa en otras manos, desarrollando entonces una infinita cantidad de tiendas de reparación de autos y otro tanto de venta de repuestos, gracias a la desregulación de la información de partes y piezas.

Estas tiendas fueron agrupándose en redes para luego cruzar fronteras y unir puntos de venta, con talleres bajo diferentes formatos y nomenclaturas.

Con el tiempo, esos grupos cruzaron el Atlántico y desembarcaron en nuestras costas, en un proceso que aún no ha encontrado su punto de madurez y menos aún su techo. Del otro lado del mundo, muchos de esos grupos están tan consolidados que ya están en su segunda fase y van por más, a remolque de la interacción con fondos de inversión, y un management tan profesional que enaltece sus objetivos.

Atentos, queridos lectores, a esa evolución, porque se aproxima a paso firme hacia estas latitudes y lo que viene será, ciertamente, una revolución.

Hasta la próxima.

Natalio Borowicz

Editor Revista Aftermarket

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