Los autos sin conductor se enfrentan a un enemigo que los deja paralizados, pues sus sensores de radar se encontraron con los copos de nieve que les impiden leer el camino.
En Jokkmokk, un pequeño pueblo de Suecia al norte del Círculo Polar Ártico, donde la temperatura puede llegar a los 50 grados bajo cero, el vehículo utilitario deportivo automatizado XC90 de Volvo Cars encontró un desafío a su medida: copos de nieve congelados que cubrían los sensores de radar esenciales para leer el camino. De pronto, el SUV estaba ciego.
Después de trasladar los sensores a distintos puntos del frente del vehículo, los ingenieros de Volvo por fin encontraron una solución. El año próximo, cuando los conductores suecos quiten las manos del volante de los XC90 en la primera prueba pública del mundo de la tecnología autónoma, el radar estará ubicado detrás del parabrisas, donde los limpiaparabrisas pueden eliminar la nieve y el hielo.
La lucha por curar la ceguera producto de la nieve es uno de los problemas de ingeniería que aún no tienen solución, entre ellos lograr que los autos no conduzcan con timidez para evitar las colisiones, y dilemas éticos tales como si en el caso de un accidente se choca contra un autobús escolar o se cae a un precipicio.